Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los primeros los comió con agrado, pero cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para
reuniones interminables donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no ha crecido.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa...
Sin muchos dulces en el paquete...
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír de sus errores,
Que no se envanezca con sus triunfos.
Que no se considere electa antes de hora.
Que no huya, de sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee tan solo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas...
Gente a quien los golpes duros de la vida le enseñó a vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me queda...
Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Tenemos dos vidas y la segunda comienza cuando te das cuenta que sólo tienes una.
Poema "Golosinas"
Mario Andrade
(Brasil, 1893-1945)
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